Sociedad Mutualista de Exboxeadores Mexicanos
De la Glorieta de Peralvillo a la Basílica de Guadalupe, en La Villa, hay aproximadamente unos tres kilómetros. Entre esos puntos se produce cada año un evento ejemplar: los exboxeadores de la República Mexicana peregrinan hacia el templo de la virgen, a quien consideran su madrecita mayor. El punto de encuentro es la Glorieta y allí, entre el atosigante tráfico capitalino y el plomo que baja entremezclado en el aire, puede observarse como se va conformando una familia singular: hombres con orejas de coliflor, narices chatas y cuerpos de músculos que reflejan una antigua tirantez, se saludan con ademanes de filiación sindical. Y es que todos pertenecen a la Sociedad Mutualista de Exboxeadores Mexicanos. Vienen de destinos diversos, de regiones distantes incluso, como los que llegan de Yucatán o de Sonora, pero todos con un motivo común: agradecer a la Guadalupe la compañía y protección que les brindó cada vez que subieron al ensogado.
Desde que el hoy legendario Raúl “El Ratón” Macías, campeón indiscutible con 44 victorias sobre 46 encuentros, todas en las categorías Mosca y Gallo, impuso la costumbre de rezar a la Guadalupe antes de cada pelea y visitarla al término de la misma, los pugilistas mexicanos vienen realizando este acto simbólico-religioso, sin descuidar que es un momento adecuado para la revisión de las condiciones en que se encuentra la estructura de la Sociedad Mutualista.
El mutualismo es un régimen de prestaciones equitativas de carácter universal, pero llama la atención encontrarlo instituido por exboxeadores, sobre todo por la clásica idea de que el pugilista es un hombre de escaso aprendizaje educativo y poco interesado en el largo plazo de la vida. No obstante, en México el escenario tradicional del boxeador desasistido, inerme ante la pérdida o malversación de sus ganancias y entregado a la indigencia, como resultado de su irresponsabilidad o de su ignorancia, está cambiando. Hombres como Luis Spota, escritor que llegó a presidir la Comisión de Boxeo del DF mexicano, o como los propios pugilistas Raúl “El Ratón” Macías o, más recientemente Pipino Cuevas, el “Finito” López y Julio César Chávez, que se han constituido en ejemplo de solvencia vital y económica, han demostrado que ni el final de la carrera boxística ni el mundo del boxeo tienen porque ser un boleto seguro al infierno.
Sobre el camellón que divide la calzada de la Avenida de los Misterios, a partir de la una de la tarde, se inicia la caminata hacia la Basílica de la Guadalupe. Son tres kilómetros de albures, remembranzas de glorias pasadas, camaradería y reiteración de un compromiso fundamental: mantener la solvencia, conservar el honor y el equilibrio, y trabajar por el desarrollo de la Sociedad Mutualista, quien los congrega no sólo por vocación mística, sino por necesidad económica y con la intención del resguardo durante la vejez. En esa marcha, que tendrá el intermedio de una misa de acción de gracias y terminará en la tradicional barbacoa mexicana, pueden verse rostros legendarios: Kid Azteca, Baby Velásquez, Ratón Macías, Lupe Ramírez, acompañados por otros que anhelan ocupar este sitial en el ánimo de México, como Eric Morales y Marco Antonio Barrera, por ejemplo. Es todo un asunto de boxeadores, aunque anden por ahí, entremezclados con sus risas y su chanzas, algunos representantes de la Comisión de Boxeo del Estado de México y uno o dos de los hijos de Don Cleto Reyes, el fabricante de los modernos guantes de 8 onzas. Y que anden tampoco es azaroso, porque en el patio de la casa de Don Cleto, entre mesas, bandejas y bebidas colocadas por la Comisión, es donde espera la barbacoa, para tirarse unos guantes con nosotros…
Desde que el hoy legendario Raúl “El Ratón” Macías, campeón indiscutible con 44 victorias sobre 46 encuentros, todas en las categorías Mosca y Gallo, impuso la costumbre de rezar a la Guadalupe antes de cada pelea y visitarla al término de la misma, los pugilistas mexicanos vienen realizando este acto simbólico-religioso, sin descuidar que es un momento adecuado para la revisión de las condiciones en que se encuentra la estructura de la Sociedad Mutualista.
El mutualismo es un régimen de prestaciones equitativas de carácter universal, pero llama la atención encontrarlo instituido por exboxeadores, sobre todo por la clásica idea de que el pugilista es un hombre de escaso aprendizaje educativo y poco interesado en el largo plazo de la vida. No obstante, en México el escenario tradicional del boxeador desasistido, inerme ante la pérdida o malversación de sus ganancias y entregado a la indigencia, como resultado de su irresponsabilidad o de su ignorancia, está cambiando. Hombres como Luis Spota, escritor que llegó a presidir la Comisión de Boxeo del DF mexicano, o como los propios pugilistas Raúl “El Ratón” Macías o, más recientemente Pipino Cuevas, el “Finito” López y Julio César Chávez, que se han constituido en ejemplo de solvencia vital y económica, han demostrado que ni el final de la carrera boxística ni el mundo del boxeo tienen porque ser un boleto seguro al infierno.
Sobre el camellón que divide la calzada de la Avenida de los Misterios, a partir de la una de la tarde, se inicia la caminata hacia la Basílica de la Guadalupe. Son tres kilómetros de albures, remembranzas de glorias pasadas, camaradería y reiteración de un compromiso fundamental: mantener la solvencia, conservar el honor y el equilibrio, y trabajar por el desarrollo de la Sociedad Mutualista, quien los congrega no sólo por vocación mística, sino por necesidad económica y con la intención del resguardo durante la vejez. En esa marcha, que tendrá el intermedio de una misa de acción de gracias y terminará en la tradicional barbacoa mexicana, pueden verse rostros legendarios: Kid Azteca, Baby Velásquez, Ratón Macías, Lupe Ramírez, acompañados por otros que anhelan ocupar este sitial en el ánimo de México, como Eric Morales y Marco Antonio Barrera, por ejemplo. Es todo un asunto de boxeadores, aunque anden por ahí, entremezclados con sus risas y su chanzas, algunos representantes de la Comisión de Boxeo del Estado de México y uno o dos de los hijos de Don Cleto Reyes, el fabricante de los modernos guantes de 8 onzas. Y que anden tampoco es azaroso, porque en el patio de la casa de Don Cleto, entre mesas, bandejas y bebidas colocadas por la Comisión, es donde espera la barbacoa, para tirarse unos guantes con nosotros…