miércoles, marzo 01, 2006

Sabor Brasil


El sabor de Brasil no está sólo en la Samba, ni en la voluptuosidad incitante de las mulatas cariocas, o en la maestría danzística y acrobática de sus jugadores de futbol. Brasil se mueve entre oleosos y apimentados sabores, aromas y texturas, que surgen de una culinaria absolutamente mestiza. Brasil es un guiso de carne aderezado con pimienta del reino y cáscaras de naranja, una mezcla de aceite de dendé, leche de coco, harina de mandioca (yuca), cangrejo y camarones, una total generosidad de hierbas aromáticas como la yerbabuena, el tomillo, el perejil, el cilantro y la salvia, la frescura jugosa de la guayaba (goiaba), el relajante aroma de la piña con yerbabuena (abacaxi com hortelá), la revitalizadora potencia del Açaí (una fruta típica de la Amazonía brasileña, rica en vitamina A, calcio, fósforo y hierro), la estimulante acidez de la parchita (maracuyá) y la provocativa pulposidad del merey (cajú).
Brasil es también el estímulo liberador consecuente de una mezcla tan delicada como tremenda: cachaça, lima, hielo y azucar: la caipirinha, bebida alcohólica nacional. La cachaça es un licor destilado de la caña de azucar, de la cual también se produce y se vende, en los tenderetes populares de las plazas y los mercados, el caldo de caña con un toque de lima.
La palabra que con mayor acierto revela el sabor de Brasil es variedad. Culinaria diversa, sabores diversos, que otorgan a una ciudad tan anodina como Brasilia -la capital- el salvoconducto del inerte burocratismo y las falsas representaciones.
Existe un restaurante en Brasilia que sirve catorce variedades de sopa, después de las seis (6) de la tarde; porque para el brasileño la sopa es un plato exclusivamente nocturno. Debido a esto comprendemos que este plato tiene un encomiable destino: combatir la tremendura de la caipirinha.
Sabor Brasil es el nombre de este restaurante, ubicado cerca de lo que podría denominarse centro de la ciudad, en una ciudad que carece de centro. Sabor Brasil se encuentra al inicio de la cuadra 302. Todo aquí se sectoriza por cuadras paralelas, que van de las cien a las novecientos, comenzando por la número dos y terminando en la dieciseis. Las cuadras se agrupan también por su razón o funcionalidad: residenciales, comerciales, industriales, de diversión, de institutos autónomos, etc.
Dicen los que saben que entre las cien y las docientos están las mejores cuadras; aquí las llaman cuadras nobles. Son las cuadras que tienen los apartamentos más amplios, con mayor metraje cuadrado.
Claro, Brasilia es diferente al resto de Brasil. Es una especie de ghetto burocrático. En Brasilia se concentra el poder político de este país de 185 millones de habitantes y más de 50 millones de marginales, de gente dejada al margen por el poder económico de las grandes capitales industriales y financieras: Río de Janeiro y Sao Paulo. Y los habitantes de ese ghetto apenas si sobrepasan los dos millones.
El sabor de Brasil es diferente en Río, en Sao Paulo, en Brasilia. En la capital prevalece un aire exquisito, de pueblo noble, que come feijoada solo los sábados y sopas sólo después de las seis de la tarde. También se huele menos el sudor de los negros, porque los únicos negros que hay son negros con dinero, y negro con dinero es blanco, como dicen los bahianos.
Sin embargo, en Sabor Brasil, el restaurante de la 302 comercial se pueden probar 14 tipos de sopa y eso, a pesar de las largas injusticias, sin duda contenta el alma.

lunes, junio 20, 2005

Sociedad Mutualista de Exboxeadores Mexicanos

De la Glorieta de Peralvillo a la Basílica de Guadalupe, en La Villa, hay aproximadamente unos tres kilómetros. Entre esos puntos se produce cada año un evento ejemplar: los exboxeadores de la República Mexicana peregrinan hacia el templo de la virgen, a quien consideran su madrecita mayor. El punto de encuentro es la Glorieta y allí, entre el atosigante tráfico capitalino y el plomo que baja entremezclado en el aire, puede observarse como se va conformando una familia singular: hombres con orejas de coliflor, narices chatas y cuerpos de músculos que reflejan una antigua tirantez, se saludan con ademanes de filiación sindical. Y es que todos pertenecen a la Sociedad Mutualista de Exboxeadores Mexicanos. Vienen de destinos diversos, de regiones distantes incluso, como los que llegan de Yucatán o de Sonora, pero todos con un motivo común: agradecer a la Guadalupe la compañía y protección que les brindó cada vez que subieron al ensogado.
Desde que el hoy legendario Raúl “El Ratón” Macías, campeón indiscutible con 44 victorias sobre 46 encuentros, todas en las categorías Mosca y Gallo, impuso la costumbre de rezar a la Guadalupe antes de cada pelea y visitarla al término de la misma, los pugilistas mexicanos vienen realizando este acto simbólico-religioso, sin descuidar que es un momento adecuado para la revisión de las condiciones en que se encuentra la estructura de la Sociedad Mutualista.
El mutualismo es un régimen de prestaciones equitativas de carácter universal, pero llama la atención encontrarlo instituido por exboxeadores, sobre todo por la clásica idea de que el pugilista es un hombre de escaso aprendizaje educativo y poco interesado en el largo plazo de la vida. No obstante, en México el escenario tradicional del boxeador desasistido, inerme ante la pérdida o malversación de sus ganancias y entregado a la indigencia, como resultado de su irresponsabilidad o de su ignorancia, está cambiando. Hombres como Luis Spota, escritor que llegó a presidir la Comisión de Boxeo del DF mexicano, o como los propios pugilistas Raúl “El Ratón” Macías o, más recientemente Pipino Cuevas, el “Finito” López y Julio César Chávez, que se han constituido en ejemplo de solvencia vital y económica, han demostrado que ni el final de la carrera boxística ni el mundo del boxeo tienen porque ser un boleto seguro al infierno.
Sobre el camellón que divide la calzada de la Avenida de los Misterios, a partir de la una de la tarde, se inicia la caminata hacia la Basílica de la Guadalupe. Son tres kilómetros de albures, remembranzas de glorias pasadas, camaradería y reiteración de un compromiso fundamental: mantener la solvencia, conservar el honor y el equilibrio, y trabajar por el desarrollo de la Sociedad Mutualista, quien los congrega no sólo por vocación mística, sino por necesidad económica y con la intención del resguardo durante la vejez. En esa marcha, que tendrá el intermedio de una misa de acción de gracias y terminará en la tradicional barbacoa mexicana, pueden verse rostros legendarios: Kid Azteca, Baby Velásquez, Ratón Macías, Lupe Ramírez, acompañados por otros que anhelan ocupar este sitial en el ánimo de México, como Eric Morales y Marco Antonio Barrera, por ejemplo. Es todo un asunto de boxeadores, aunque anden por ahí, entremezclados con sus risas y su chanzas, algunos representantes de la Comisión de Boxeo del Estado de México y uno o dos de los hijos de Don Cleto Reyes, el fabricante de los modernos guantes de 8 onzas. Y que anden tampoco es azaroso, porque en el patio de la casa de Don Cleto, entre mesas, bandejas y bebidas colocadas por la Comisión, es donde espera la barbacoa, para tirarse unos guantes con nosotros…

sábado, junio 18, 2005

Con los nudillos cubiertos (La común y triste historia de dos boxeadores latinoamericanos)

El boxeo es un deporte de ambición y dinero fácil, no cabe duda. Y como tal, se hizo redituable para aquellos que supieron valerse de las artimañas particulares de todo negocio. Desde que Muhammad Alí le ganara a Sonny Liston el campeonato del mundo en 1964, empleando para acabarlo en el séptimo asalto tres elementos espectaculares: depurada técnica pugilística, que le permitía un finteo ganancioso, un maravilloso y a la vez desconcertante juego de piernas y una rápida, sorpresiva y contundente derecha, el mundo del boxeo comenzó a experimentar un cambio sustantivo.
Del deporte de ghettos, acompañado apenas por un grupo de apostadores que se daban cita en un callejón oscuro de Londres para arriesgar su dinero en los nudillos de unos mastodontes sobrealimentados, el boxeo pasó a las plazas públicas bajo la reglamentación establecida en 1865 por John Sholto Douglas, octavo marqués de Queensberry. De aquellas peleas sangrientas, sin límite de tiempo (la única medida para parar era la caída absoluta del contrincante) y a puño limpio, se pasó al pugilismo con normas que aún vemos hoy, incluyendo el tiempo limitado de los asaltos y el empleo de guantes. Pero hasta entonces y a pesar de los cambios humanizadores, el boxeo continuó teniendo algo de sobrehumano, de contienda heroica acompañada de una imperturbabilidad mística, resumida en el temple ejemplar de los antiguos guerreros.
El último campeón de nudillos desnudos fue el estadounidense John L. Sullivan, quien fue conocido como “El chico fuerte de Boston” y retuvo este título hasta su muerte en 1918. Con él, el boxeo ganó fuerza y popularidad basado en la firmeza de su accionar sobre el cuadrilátero, en su carisma personal y en su porte de gladiador romano. Su retiro se produjo sin alarde, aunque sí con bastantes lamentaciones por parte de la afición. Sullivan perdió por K.O. en el vigésimo primer asalto de un combate escenificado en Nueva Orleáns contra James Corbett, quien más tarde caería derrotado ante el británico Bob Fitzsimmons en Carson City, Nevada, en el decimocuarto asalto. Todos estos combates se escenificaron ya con los nudillos cubiertos.
Si bien el vencedor de “El chico fuerte de Boston”, cuya primera pelea importante duró 4 horas y terminó en nulo después de 61 asaltos, luego de su última derrota decidió cambiar el boxeo por el music hall para hacerse mucho más popular con el nombre de “Gentleman Jim” Corbett, fue uno de los primeros en aprovechar las prestaciones del boxeo en la carrera artística, fue Muhammad Alí quien le otorgó al deporte de los puños un carácter atractivo para el mundo del espectáculo mediático.
Alí cacareó pronto. Con apenas 22 años de edad y una contundente demostración de supremacía boxística frente a Sonny Liston, se autoproclamó como “El más grande” e hizo de su vida personal el espacio propicio para la leyenda. Convertido a la religión musulmana y negado a participar en la guerra de Vietnam, desafió al establishment norteamericano para ubicarse siempre en la primera plana de los periódicos como la voz de las minorías y como un hombre aguerrido dentro y fuera del ring. Sus alardes antes de cada combate incitaban al público y a los apostadores y le dieron a la prensa el combustible necesario para encender el negocio.
De aquella bolsa de 25 mil dólares a que llegó la pelea entre Sullivan y Corbett en 1892 a las hipermillonarias de la actualidad, a las que se le suman los derechos por trasmisiones televisivas y publicidad, hay un trecho amplio en donde se mantiene una característica invariable: el que menos beneficios monetarios recibe es el que lanza y recibe los golpes. El boxeo es un deporte de ambición y dinero fácil, repito. Pero hay que aclarar que la ambición siempre está de parte del boxeador y la fácil ganancia del dinero del lado del hombre que promueve las peleas. Cierto, el promotor arriesga capital, pero el boxeador arriesga la vida, o cuando menos la salud, y la tajada que se lleva no compensa su valor como ser humano.
“El más grande” hoy en día es el más lastimado y para tapar los efectos devastadores de sus 61 peleas como profesional se atribuye su desorden neurológico al Parkinson. Pero ni esto, ni su ingreso al International Boxing Hall of Fame, ni el haber sido considerado como el mejor deportista del siglo XX en la categoría de deportes de combate, le podrán devolver la estabilidad neurológica necesaria para llevar una vida normal, o por lo menos para poder valerse por sí mismo, tal como lo hizo cuando daba saltos vistosos sobre el ring despachando a cuanto rival se le ponía enfrente, para gloria de los apostadores y de los grandes negociantes mediáticos.
Recientemente he entrevistado a dos grandes de la historia del boxeo latinoamericano y mundial, el mexicano Miguel Canto Solís, excampeón mosca del Consejo Mundial de Boxeo, y su archirival el tricampeón mundial venezolano Betulio González. Ambos representan una especie en extinción.
Estas entrevistas espero reproducirlas aquí, pero antes me pasearé por algunos momentos de la experiencia y el contexto en donde se desenvolvieron.